El héroe en el lodazal

heaney

Walking with you and another lady


In wooded parkland, the whispering grass


Ran its fingers through our guessing silence


And the trees opened into a shady


Unexpected clearing where we sat down.


I think the candour of the light dismayed us.


We talked about desire and being jealous,


Our conversation a loose single gown


Or a white picnic tablecloth spread out


Like a book or manners in the wilderness.
»

Show me», I said to our companion, «what


I have much coveted, your breast’s mauve star.»


And she consented. O neither these verses


Nor my prudence, love, can heal your wounded stare.

A dream of jealousy. Seamus Heaney.

(Caminando contigo y otra dama
por un parque boscoso,

la susurrante hierba
corría sus dedos

a través de nuestro silencio sospechoso


y los árboles se abrían hacia un sombreado


claro e inesperado donde nos sentamos.


Creo que el candor de la luz nos desalentó.


Hablamos sobre deseo y ser celoso,


nuestra conversación una simple bata suelta


o un mantel de pic-nic blanco desplegado


como un libro de modales en el desierto.


«Muéstrame,» dije a nuestra compañera, «lo que


tanto he deseado, tu estrella malva del pecho.»


Y ella consintió. Oh ni estos versos


ni mi prudencia, amor,

pueden curar la herida de tus ojos.)

Para muchos fue el mayor poeta irlandés desde William Butler Yeats. Había nacido en Derry, en Irlanda del Norte, pero acabó emigrando a Dublín, en algo que fue mucho más que un simple cambio de domicilio. A Heaney le tocó vivir los años de plomo del conflicto norirlandés, bien patente en alguno de sus poemarios.

De él decía Van Morrison que era demasiado intelectual para él , que procedía del otro extremos de construir poemas. Pero aunque acabó ejerciendo de profesor en diferentes universidades, a cual más prestigiosa, sus orígenes distaban bastante de ese mundo. Como señalaba en uno de los poemas de su primer libro,Muerte de un naturalista,  convirtió la pluma en su instrumento para cavar:

Entre mi dedo y el pulgar

la pluma rechoncha descansa; cómoda como una pistola.

Bajo mi ventana, un sonido de carraspeo claro

cuando la pala se hunde en suelo de grava:

mi padre, cavando. Miro abajo

hasta que su torso tenso entre el arriate

se inclina, se yergue con veinte años de distancia

encorvado a rítmo con los ejercicios patateros

donde estaba cavando.

La tosca bota reposando sobre el asa, el mango

contra la rodilla interior apalancada con firmeza.

Desarraigaba altos topes, enterraba hondo el canto brillante

para desparramar nuevas patatas que recogíamos,

amando su fría firmeza en nuestras manos.

Por Dios, el viejo sabía manejar una pala.

Justo igual que su viejo.

Mi abuelo cavaba más tierra en un día

que cualquier otro hombre del pantano de Toner.

Una vez le llevé leche en una botella

como corcho un mugriento papel. Se enderezó

para beberla, luego volvió de inmediato

cabeceando y con tajo limpio, lanzando césped

por encima de sus hombros, hundiendo más y más

buscando la buena tierra. Cavando.

 El frío olor de moho de patatas, el chapoteo y azote

de turba húmeda, los concisos cortes de un borde

a través de raíces vivas se despiertan en mi cabeza.

Pero no tengo pala para seguir a hombres como ellos.

 Entre mi dedo y el pulgar

la rechoncha pluma descansa.

Cavaré con ella.

 Pocos como él emplearon mejor la pluma para cavar en la descripción de lo que cada dia observa:

“¡Si pudiera viajar en un meteorito¡

en cambio, camino entre las hojas húmedas,

vainas, agotadas sorpresas del otoño,

Imaginando a un héroe en un lodazal cualquiera

Su don con una piedra de honda

Lanzada por los desesperados

¿Cómo he llegado a esto?

A menudo pienso en el consejo

Bello y prismático de mis amigos

Y el cerebro de yunque de los que me odian

Mientras peso y sopeso

Esta tristia responsable

La lluvia cae desde los alisos

Sus bajas voces conductoras

Murmuran reducciones

Y erosión, y cada gota nos recuerda

La esencia absoluta de un diamante”

Como dice hoy The Independent, murió el alma de una nación.

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