Una noche con Morgan

Crónica del concierto de Morgan en Granada

(por Maite Azules)

morgan granada

No sé cuántos asientos quedaron libres el viernes pasado de los 547 que hay en la sala Manuel de Falla del Palacio de Congresos de Granada. A ojo, parecían pocos, de lo que estoy segura es que uno de ellos fue el que ocupó tu ausencia. Y es que quien no acudió al concierto de Morgan se perdió una de esas noches en las que ese ostentoso edificio deja de ser sede de congresos inútiles y se convierte de verdad en un Palacio.

El presagio de una buena noche se acentuó cuando Neil Young sonaba de fondo a la espera de que Carolina de Juan y los suyos salieran al escenario. A los primeros acordes de “Planet Earth”, le siguió “Blue Eyes”. Cuando llegó “The Child” ya estaba completamente rendida, no sé si a esa mezcla de soul, folk, funk… inclasificable pero a la vez reconocible estilo que crea esta banda o a la personalidad de Nina en el escenario, no sé si a esa voz tan profunda, rota y rasgada, mitad mezcal, mitad miel, que es capaz de bucear en los rincones más desconocidos de tu alma o a la complicidad de todos sus músicos, no sé si al slide que dejaba caer de vez en cuando el gran Paco López o incluso al hammond, sí ese que tanto te gusta, del Chuches. Quizás el bajo de Ove, según comentaba mi compañero de asiento, sobresalía algo más por encima de la guitarra, quizás junto a los ritmos acompasados de Ekain Elorza, no se podía hacer otra cosa que gritar, tal y como hizo mi vecino de delante: “pero ¡qué bonicos sois¡”.

Durante el concierto, hubo momentos Morgan en los que Nina no cesaba de alabar y acompañar a sus músicos, y hubo momentos Nina a secas. Esos son los que se alcanzan en temas como la escalofriante “Sargento de Hierro” o la herida abierta de “Volver”. Son instantes en los que el tiempo se detiene y su voz te quema como ya hiciera una noche de agosto este verano, cuando hizo salir la luna con la estremecedora «De haberlo sabido» de Quique González.

No me extraña que el segundo disco de Morgan se llame «Air» porque aunque Nina tiene que estar sentada para tocar el piano, con cada nota de su voz, se eleva y se hace aire. A Nina, o le ponen un cinturón de esos que tanto detestamos de los aviones o si no vuela y asciende. Como Holly Hunter en esa escena hacia el final de la película en la que se ata a su piano para morir arrastrada hacia el fondo del mar antes que abandonarlo. La enorme ingenuidad de sus comentarios: “es que esto es un milagro porque vamos a tocar a los sitios y la gente viene” contrasta con el grandísimo poderío de su voz. Su desnuda timidez te desarma, su voz te hace añicos. Escuchando voces así te das cuenta que el sonido tiene que curar, que tiene que ser cierta esa noticia de que escuchar música en directo te alarga, no se ya si la vida, pero claramente te alumbra cuando las noches se hacen oscuras.

Son varias las alusiones a su nuevo trabajo pero no se olvida de North, de las que sonarán también «Goodbye», hasta alcanzar el punto álgido con la maravillosa «Home», una de mis favoritas en las que sí es el momento de lucimiento de toda la banda. Tras un primer cierre con «Thank you» volvieron a subirse al escenario con «Cold», para cuando se fueron definitivamente con «Marry you» ya estábamos de pie, y sí, no lo dudes, definitivamente todos queríamos casarnos con ella.

 

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