Labi Siffre, el lado luminoso de la acera

remember my song

De entre los restos del naufragio del tiempo que llegan a la playa del presente, el último encontrado es el Labi Siffre, tesoro que viene a acompañar al de Sugarman Rodríguez, Bill Fay, Don Bryant o tantos otros genios injustamente olvidados.
Algún alma sensible ha tenido a bien volver editar esa colección de seis álbumes que publicó en la primera mitad de los años 70, a más de un disco por año, que comenzaron por su disco homónimo en 1970 y terminó con Remember my Song en el 75. Después silencio. Desapareció del mapa y de la escena. Se dedicó a su otra cara, la poesía. Pasados los años las imágenes de la brutal represión del gobierno del aparthaid le llevó a regresar de nuevo con un temazo como (Something inside) so strong, para rematar la faena con otros cuatro discos , mucho más desiguales, en la década de los 90. Y la luz de su vela musical volvió a apagarse.
El tipo que responde al nombre de Claudius Afolabi Siffre nació en Inglaterra hace 73 años hijo de un nigeriano y una inglesa de familia procedente de Barbados. La defensa frente a los continuados abusos sobre la población negra ( muy presente desde su primer libro de poemas, Niger) y de los derechos civiles de los homosexuales ( fue de los primeros en acogerse al matrimonio civil entre personas del mismo sexo aprobado en 2005 en Reino Unido con la pareja con la que había convivido más de 40 años) fueron dos de las banderas que siempre enarboló.
Siffre creció escuchando a los dioses del gran Olimpo, de Miles a Bird, de Monk a Gil Evans. De hecho sus primeras interpretaciones las realizó tocando el órgano en un grupo de jazz, que sigue dejando su impronta en toda su discografía, mucho más cercana al soul.
A menudo desconocemos quienes se encuentran detrás de esas canciones que son como los postes sobre los que se colgó el tendido eléctrico de nuestra vida. Una de las mías fue aquella canción de los Madness que se llamaba It must be love , el himno oficial de la banda, el soniquete que facilitaba darle a las desgracias del corazón el valor que realmente tienen: simples contratiempos. Esa canción no era de la banda de ska, lo que siempre creímos, sino de este tipo poco conocido de sensibilidad y generosidad enorme, que de hecho aparecía emboscado en la video oficial de Madness.

De la mano de una persona de sensibilidad inaudita y de una tienda de discos que practica la mejor arqueología musical, me llega un disco portentoso en el que desde la portada un tipo elegante, impecablamente vestido, mira con cierta arrogancia mientras sostiene un cigarrillo frente a una copa del vino que protege un decantador. Pura magia desde su primera canción (I got the…) que sampleó Eminem o Kanya West, pasando por el ritmo casi enfermizo de The Vulture, la descripción casi reggae del Hot and Dirt in the city, o del You’ve got a hold on me , el trote cochinero de sadie and the Devil a lommos de una armónica, los tiempos lentos de Old time song o la canción que titula el álbum, para finalizar con una de esas inyecciones de buen rollo que te propulsan inmediatamente a salir a la calle para pedir una caña en el primer bar que te encuentres.
Labbi Siffre, un tipo que te lleva de la mano por el lado soleado de la acera.

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